Esto me repetía yo cada día hace unos años cuando trabajaba de profesora de español en Turquía. No tenía ni idea de qué hacía yo ahí, en un trabajo que odiaba y que me robaba la energía y la alegría de vivir. El problema: tampoco sabía adónde quería ir.
Una tarde me encontré a mí misma llorando del estrés y escribiendo en mi diario: “No sé qué hacer con mi vida. Pero lo que sí sé es que si me quedo un año más en este lugar, estaré atentando contra mí misma y contra mi potencial”.
Poco después, me lancé al vacío.
Entonces llegó una época de caos que duró más de 3 años. Tuve que perderme varias veces para poder encontrarme. Y no fue hasta que estuve completamente perdida, cuando entré en contacto con el coaching y el desarrollo personal, empecé a conocerme de verdad y descubrí mi pasión.
Claramente, no nos puede gustar algo si no sabemos que existe. Sin autoconocimiento no hay crecimiento.