Cómo superar el miedo al qué dirán

Cómo superar el miedo al qué dirán

El miedo al qué dirán es mucho peor que todo lo que puedan llegar a decir. Porque da igual lo que digan, lo que más daño nos hace es esa película tan catastrófica que nos montamos en nuestra cabeza y que nos paraliza.

Esa película que la mayoría de las veces no es ni real, pero que nos quita libertad y nos hace más pequeñas de lo que somos y estamos destinadas a ser.

¿Cuántas veces has querido hacer algo y no lo has hecho por lo que puedan decir los demás? Yo sé que muchas. Me he autorechazado yo solita y así he perdido trabajos, oportunidades, clientes y posibilidades de crecimiento.

Pero hasta aquí hemos llegado. Hoy le digo basta al miedo al qué dirán. Le digo que gracias por haber intentado protegerme, pero que no voy a permitirle que me siga robando oportunidades y sueños.

Sigue leyendo si tú también quieres saber más sobre el miedo al qué dirán y unos consejos prácticos que te pueden ayudar a hacerle frente.

Cómo el miedo al qué dirán los demás me ha limitado

De todo lo que he dejado de hacer por el miedo al qué dirán, creo que la espinita que más me duele es la de no haberme atrevido a darle duro a mi faceta comunicadora. Porque a mí, desde siempre, me ha encantado comunicar.

De pequeña, como era una niña muy tímida, lo hacía sobre todo a través de la palabra escrita. Por ejemplo, en el cole hacía las mejores redacciones y en casa me inventaba historias y canciones. Más tarde, de adolescente, me pasaba las tardes escribiéndole cartas a mi mejor amiga. Ella vivía a miles de kilómetros y yo le escribía todas las semanas contándole con todo lujo de detalles los insoportables dramas de mi juventud

Hace muy poquito, con mucha sorpresa, he descubierto que también me gusta comunicarme en vídeo. En concreto, me atrae mucho el mundo de YouTube y me gustaría empezar a crear contenido audiovisual para compartir contigo tutoriales, recursos de desarrollo personal y llegar a más personas.

El único problema es que, a la vez que me entusiasma, la idea de ponerme enfrente de una cámara me aterroriza. 

Y no es que nadie me haya dicho que no debería hacerlo o que lo hago mal. La única persona que me ha dicho que ni se me ocurra intentarlo es la tímida empedernida que hay dentro de mí. Lo único que me lo impide es esa etiqueta que me he puesto yo y que hace que salten todas las alarmas tras el simple hecho de imaginarme enfrente de una cámara: “qué van a decir los demás”, “no se me da nada bien”, “no tengo presencia”, “no tengo nada interesante que contar”, “no le va a gustar a nadie”, “quién soy yo para darle consejos a la gente”, etc.

Lo curioso es que, si me paro a pensarlo, puedo desmontar en un momento todas esas creencias limitantes. Porque, al final, qué más dará lo que puedan pensar los demás. Si a mí me apetece hacerlo, ¿por qué descartar la idea solo por lo que digan o puedan decir los demás? 

En primer lugar, estos comentarios tan dañinos son solo hipótesis que salen de mi cabecita. No tengo pruebas irrefutables de que alguien me haya criticado o me vaya a criticar. Y mira chica, si alguien lo hace, tampoco es el fin del mundo. Si a alguien no le gusta lo que hago, está en todo su derecho. Al igual que a mí hay muchas cosas que no me molan. Que no me lea, que no me siga, que no vea mis vídeos y punto.

Pero, aunque a veces lo vea tan claro, hay días en los que no es tan fácil. Y por eso he pasado años censurándome a mí misma por lo que piensen o puedan pensar los demás. Demasiadas ocasiones en las que he dejado de hacer cosas (o las he hecho solo a medias) por ese mismo motivo. 

Supongo que venir de un pueblo pequeño en el que todo el mundo habla, eso cala. Escuchar constantemente la frase “qué van a decir los vecinos” corta alas. Ser la niña más tímida de la clase, equivocarte en algo y que todos se rían, eso trauma. 

Pero al final, vida solo hay una (que sepamos) y yo no sé tú, pero yo he venido a este mundo a ser feliz y a sacar mi máximo potencial. A hacer lo que me dé la gana y a ser libre (de opiniones ajenas y, sobre todo, de mis propios demonios).

Así que he decidido decirle sí a lo que me motiva y me hace crecer, a lo que me acerca a mis objetivos y a la persona que quiero ser. He decidido soltarme y dejar de tirar la toalla antes siquiera de intentarlo. He decidido dejar de escuchar el ruido mental que me hace pequeña. He decidido hacer las cosas que quiero aunque me den terror. 

Ahora soy consciente de que el miedo está ahí y es hasta necesario. El miedo me ayuda a seguir en este mundo. Pero superarlo es mi misión e ir a por mis objetivos es lo que precisamente hace que me sienta más viva.

Cómo superar el miedo al qué dirán

Como te he comentado, yo ya voy sin frenos. Dando pasitos pequeños pero firmes hacia mis objetivos. 

El miedo al qué dirán probablemente seguirá estando de alguna forma, pero ya no me va a limitar. Aquí te cuento algunas cosas que yo he empezado a hacer para superarlo, por si te sirven. 

  1. Conócete y admite que te importa lo que opinen los demás. 

La mayoría de la gente no consigue lo que quiere porque no sabe qué es lo que quiere. Y no saben lo que quieren porque no se conocen. Si no te conoces, ¿cómo vas a saber lo que quieres? Y si no sabes adónde vas, ¿cómo vas a llegar?

A mí esto me ha pasado y sé que es extremadamente doloroso. Yo hasta hace muy poquito no tenía ni idea de qué quería hacer con mi vida e iba por el mundo en piloto automático, trabajando en lo que surgiera pero sin preguntarme si realmente estaba donde quería estar o iba en la dirección correcta. Sin tener ni idea de quién quería ser.

Así que diría que el primer paso para superar el miedo al qué dirán es conocerse a una misma y saber qué es lo que quieres. Luego, cuando te conozcas, sepas lo que quieres y qué te limita, el camino será mucho más fácil.

Un paso importante es admitir que tienes miedo al qué dirán. Reconocer que lo tienes, que te está afectando y que estás decidida a superarlo es el primer paso para librarte de él. 

  1. Ponte objetivos

Si realmente quieres conseguir algo, tómatelo en serio. Proponte objetivos SMART (que sean específicos, medibles, alcanzables, realistas y temporales) y crea un plan de acción

Una vez tengas ese objetivo definido, apunta en tu agenda cuándo vas a realizar las acciones necesarias para cumplirlos.

Ejemplo: si mi objetivo es perderle el miedo a la cámara, antes de lanzarme a abrir mi canal de YouTube, un objetivo más pequeño puede ser grabarme todos los días 10 minutos en casa. Así iré practicando sin ninguna presión y cada día me expresaré mejor y me costará menos verme en pantalla.

Cuanto más específicos y temporales sean los objetivos, mejor. Así podrás saber claramente, si los estás cumpliendo o no.

  1. Cuando te asalte el miedo al qué dirán, piensa en tu yo de 5 años en el futuro.

¿Dónde quieres estar y qué necesitas hacer para llegar a ese futuro ideal? ¿Qué puede pasar si vences tu miedo?, ¿Dónde estarás?. Por otra parte, ¿qué pasará si no lo haces? ¿Dónde estarás? Este ejercicio lo hice hace muy poquito y me pareció muy potente.

Para mí, en 5 años vista quiero tener un negocio online consolidado que me encante y sea próspero. Quiero vivir de mi negocio y tener una agenda llena de clientes y proyectos emocionantes. ¿Qué pasará si me quedo paralizada por mis miedos y no hago todo lo que está en mi mano para conseguir ese objetivo? Pues no me hace falta ser Esperanza Gracia para saber que no lo conseguiré y me quedaré donde estoy. Seguiré trabajando por cuenta ajena en trabajos que no me llenen tanto y sintiéndome cada vez más frustrada e infeliz. 

En cambio, si me atrevo a hacer lo que quiero hacer, me expongo a la cámara, abro mi canal de YouTube y soy constante, también abro la posibilidad de que sucedan cosas increíbles. 

Abro la puerta a la emoción, a que lleguen colaboraciones sorpresas, a que gente de todo el mundo pueda conocer mi trabajo y quiera trabajar conmigo, a crecer como profesional, a tener más beneficios económicos, etc.

La pregunta clave es: ¿Cómo hacer que me pase lo que quiero que me pase? Y, desde luego, la respuesta no es quedarme de brazos cruzados esperando un milagro.

  1. Pasa a la acción. Si no puedes sola, invierte en mentalidad.

Yo lo he dicho en otro post. No nos enseñan nada de mentalidad y desarrollo personal en las escuelas y así llegamos a la edad adulta como llegamos. Prácticamente, todas traumatizadas y sin saber gestionar nuestras emociones.

Yo este año decidí invertir en mi mentalidad. Por eso, además de leer libros de desarrollo personal y hacer terapia, me he formado como coach y practitioner en programación neurolingüística.

Sé que lo que quiero me importa y que mis creencias limitantes me están frenando. Por eso, he decidido coger el toro por los cuernos y hacer todo lo que está en mi mano. La mentalidad es importante y a veces todo lo que necesitamos es que nos acompañen y nos den un empujoncito. 

  1. Practica cada día. 

El miedo al que dirán suele atacar con más dureza a las personas perfeccionistas entre las que me incluyo. Por ejemplo, cuando yo pienso en grabarme en vídeo, sé que a la primera no me va a salir perfecto y eso ya es un gran freno mental.

Porque es natural que los primeros vídeos que haga sean una caca. Al igual que las primeras lasañas que cocinas o las primeras veces que montas en bici. Cuando empiezas a andar te caes y cuando empiezas a hacer algo que no has hecho antes, lo haces terriblemente mal hasta que lo haces regular y, poco a poco, vas mejorando. 

Como perfeccionista, me escuece la idea de enfrentarme a esas primeras veces imperfectas que, además, van a quedar para la posteridad en forma de vídeo que cualquiera puede ver. Esa idea me duele.

Pero sé por experiencia que para hacer el vídeo número 100 y que quede bonito, primero tengo que hacer el uno, el dos y el tres y que salgan pésimos. No se puede ir de 0 a 100 sin pasar por todo el proceso. Así es cómo aprendemos y nos hacemos pro.

Lo guay es que con práctica constante, se mejora sin que casi te des cuenta. Ya lo dice James Clear, el escritor de “Hábitos Atómicos”, si mejoras cada día solo un 1 %, el crecimiento será exponencial y en un año habrás conseguido ser 37 veces mejor.  

  1. El enemigo eres tú misma.

Si te importa el qué dirán tienes que ser consciente de que el enemigo no está ahí fuera. Los conflictos y los prejuicios que tenemos son siempre con nosotras mismas. Lo que digan o no los demás, no es realmente el problema. 

Si estás segura de lo que haces y crees en ti, lo que digan los demás de ti te importará un pimiento. El problema es cuando tú no estás segura. Entonces todo te afecta y las críticas negativas te machacan. 

  1. Acepta que la gente hablará y eso no lo podemos controlar.

No podemos controlar lo que sienten, piensan, dicen o hacen los demás. Pero lo que sí podemos gestionar es cómo nos sentimos, qué pensamos y qué hacemos nosotras. 

Lo que digan los demás sobre mí, habla más de ellos que de mí. Tiene que ver con sus valores, sus creencias, su forma de ser, sus experiencias vitales y no tanto conmigo.

Sé que las críticas negativas afectan y parece que ahora salen haters hasta debajo de las piedras. Pero de verdad, ¿qué más da lo que piense una persona que se dedica a sembrar odio por internet? Piensa en sus circunstancias, en qué le lleva a dedicar su tiempo tan valioso a criticar a otras personas y no te lo tomes como algo personal. Esto tiene más que ver con su forma de ser que con la tuya.

  1. Acepta que hay gente a la que no les gustamos hagamos lo que hagamos.

No se le puede gustar a todo el mundo. De hecho, hay estudios empíricos que dicen que hagas lo que hagas, al 10 % de las personas con las que te relacionas no les gustas en absoluto y te van a criticar. 

Las razones por las que unos te adoren serán las mismas por las que otros te detesten. Así que preocupate más en gustarte a ti misma y no a todos los demás. Eso no es posible.

Admite que también hay gente que no te cae nada bien y a ellas no les pasa nada por eso. Para caernos bien a nosotras mismas y ser auténticas, le tenemos que caer mal a otra gente.

  1. Busca opiniones de gente con criterio. 

Las personas con el autoestima regulero tenemos pánico a las opiniones ajenas negativas. Nos da terror lo que opinen los demás cuando, en realidad, el feedback (cuando se dice con cariño) nos puede ayudar a mejorar. 

Piensa que la gente que te quiere no te va criticar con maldad. Y si gente que no te importa opina algo malo de ti, ¿qué más te da?

Busca opiniones de gente con criterio o que sepan más que tú del tema en cuestión. Por ejemplo, cuando yo me quería ir de viaje a Irán, no se me ocurrió pedirle consejo a mi vecina del pueblo que nunca ha estado en Irán (ni prácticamente ha salido del pueblo). Si quiero ir a Irán, busco consejos de personas que hayan viajado a Irán.

Con respecto a mi vecina, doy por hecho que va a pensar que soy una locatis por querer ir a Irán. Pero sinceramente, ¿le importa a ella lo que yo haga con mi vida? y en segundo lugar, ¿pasa algo si le importa? ¿Debería renunciar yo a mi viaje por lo que esta persona opine? Obviamente, no.

(Por cierto, ya fui a Irán. Mi vecina del pueblo no lo aprobaría, pero fue uno de los mejores viajes de mi vida y no me importa lo que ella opine. Puedes leer sobre mi experiencia viajando sola en Irán aquí)

Cuando me fui de viaje a Irán di por sentado que la mayoría de la gente no lo aprobaría.

En fin, podría estar horas y horas hablando sobre este tema y probablemente lo vuelva a hacer en algún momento. Pero, de momento, lo dejo aquí.

Para concluir, el miedo al qué dirán es natural. Somos seres sociales y queremos pertenecer a la tribu. Nuestro cerebro troglodita hará todo lo posible por evitar el rechazo y hacer cosas por primera vez que la gente de nuestro entorno no hace, puede ser un reto.

Es natural sentir miedo y va a seguir estando ahí. Pero tenemos que poner de nuestra parte para que ese miedo no nos afecte más de la cuenta y no se interponga en lo que nos da la vida. Yo siento que en lo que va de año he dado pequeños pasos que para mí son pasos de gigante.

Ahora soy más consciente de lo que me estaba limitando y tengo más fuerza para enfrentarme a mis miedos y ser más libre.

Y a ti, ¿te preocupa el qué dirán? Si es el caso, ¿en qué te está limitando? Me encantará leerte en los comentarios.

Un abrazo,

Ana

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